24 de septiembre de 2007

El elegante caballero de los chocolates!


Cuando se alcanza “el pico más alto de la cumbre”, se piensa que nada ni nadie nos puede bajar, ¿cuestión de suerte o un gran error?

He visto y vivido de muy cerca, como muchas personas alcanzan el éxito en sus negocios y piensan que jamás retornaran a su estado inicial, en su mayoría se vuelven arrogantes en sus campo, piensan tal vez que estar en “el pico mas al de la cumbre” es cuestión de suerte que perdurara por siempre.

Pero el recorrido por el “Arco Iris”- (la vida)- siempre es un camino lleno de incertidumbre, donde todo cambia muy rápidamente y donde con seguridad sobreviven o permanecen en la cumbre, los más fuertes, esos que siempre están a la expectativa de acomodarse a los cambios, aprender y desaprender constantemente.

En esta ocasión quiero compartirles el caso de Francisco, un profesor exitoso cuando estuvo en “el pico más alto de la cumbre”, quien después de enseñar durante mucho tiempo a sus estudiantes como hacer empresas, la vida lo puso aprueba. De admirar su humildad con que acepto el nuevo rol que le tocaba en la vida, que lo convertiría después de un tiempo en el ambulante mejor vestido de la ciudad.

Aquí les dejo la nota:

Francisco, el ambulante mejor vestido de la ciudad.

Un hombre impecablemente vestido aparece de repente entre la triple fila de carros y las caras de desespero por un semáforo que vuelve a rojo demasiado rápido.

Viste traje gris oscuro, camisa blanca y una corbata a rombos. A primera vista es un ejecutivo atravesando la calle, pero unas colombinas de chocolate en su mano derecha -y que él ofrece muy amablemente a los automovilistas- dejan claro que se trata de un vendedor ambulante, o como él prefiere autodenominarse: "Un trabajador independiente de la calle".

Francisco Londoño es probablemente el vendedor de semáforo más elegante de la ciudad, y aunque su empresa tiene varias 'oficinas', la más habitual es la de la esquina de la calle 76 con 14.

Su estilo es único, porque no solo viste bien, sino que ofrece sus chocolates con unos modales que impresionan.

"Yo enseñé durante años -explica Londoño- cómo hacer empresa, ventas y mercadeo. Y siempre les inculqué a mis alumnos que la presentación es fundamental, porque la buena presentación da confianza y eso es clave para poder vender".

De las aulas a la calle

Londoño llegó a la venta callejera como casi todos lo que se ven obligados a hacerlo: "Por necesidad, no me quedó de otra".

Tras una década como profesor en varios centros de educación intermedia, Comfenalco y el Sena, este hombre de 43 años vivió un año 2002 de infierno, pues se quedó sin contratos y tuvo que empezar a buscar una salida a su dificil situación económica.

"Pronto -cuenta este administrador de empresas- llegué a la conclusión de que lo mejor que podía hacer era poner en práctica lo que había enseñado durante años: hacer empresa".

Empezó vendiendo brownies, pero las tiendas le pedían dejar el producto en consignación, con resultados muy inciertos. Y la venta a los peatones tampoco fluía bien.

En medio del desespero, un día surgió la idea de las colombianas de chocolate, "porque a todo el mundo le gusta el chocolate".

Londoño tomó un curso de chocolatería y montó su empresa con su esposa, Claudia Molina, que hoy se ocupa de la producción. Y las cosas no van mal para esta pareja. "Trabajo duro, pero en un día puedo vender 80.000 mil pesos, que son 80 colombinas", pues cada una cuesta 1.000 pesos. "Con esta plata pagamos el arriendo y mantenemos nuestro hogar", dice con orgullo, pues para él, lo suyo es una próspera microempresa.

De hecho, ya ha pensado en crecer: "Compre un par de triciclos para poner dos puntos fijos de venta, pero tuve problemas con la Policía y me tocó archivar ese proyecto".

"Gracias a Dios, nunca he pasado un día en blanco", cuenta 'el Profe' como le dicen en el sector.

Y gran parte de eso se lo debe a su impecable presentación, algo que, asegura, le heredó a su padre, que siempre iba 'de punta en blanco' y le inculcó la importancia de estar bien presentado. "Mucha gente se me acerca por la forma en que estoy vestido y me preguntan por qué vendo chocolates de corbata", cuenta Londoño, cuya anécdota favorita es la de una niña de 11 años que una vez le dijo: "Yo le compro a usted las colombinas por su impecabilidad".

"Esa palabra -comenta Londoño- ni siquiera está en el diccionario, pero jamás olvidaré la forma en que me lo dijo".

Mucha gente le ofrece trabajo a este 'gentleman' callejero de los chocolates ("me han entregado más de 200 tarjetas") pero él está feliz con su empresa y hoy ve su actividad en la calle como algo positivo, porque "la docencia marca mucho, pero deja muy poco".

1.000 pesos cuestan las colombinas de chocolate que vende Londoño. Cada día comercializa cerca de 80 y emplea tres libras de chocolate para fabricarlas. Dice que la mejor hora para vender es de 5 a 7 p.m.

"A la Alcaldesa de Chapinero me gustaría decirle que apoye un poco más al trabajador independiente de la calle, porque en este país, lamentablemente, casi no hay empleo formal".
Francisco Londoño, vendedor callejero de chocolates.

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