29 de noviembre de 2009

La historia de KINGO, un accidente convertido en visión. (Parte 1)

Hoy quiero contar la historia de una manera distinta, de una manera mucho mas real como si se tratara de un detrás de cámaras. Muchas veces nos limitamos a creer en lo que vemos y no entendemos su evolución, no entendemos como lo que visualizamos ha podido llegar a originarse y pues esta no es precisamente la excepción, todo lo que hoy es KINGO ha sido un accidente, SI!... Un accidente convertido en una visión.

Es noviembre del 2007 y me encuentro sentado en una sala de cristal con un escritorio inmenso rodeado de sillas, es un lugar aislado de todas las oficinas del piso 4 de “TEMPO”, un edificio al norte de Bogotá. Mientras Juego con mis dedos, espero ansioso a que Yan, uno de los ingenieros de mi tío, termine la reunión con uno de sus clientes.

Cada segundo que pasaba alborotaba mi impaciencia y no entendía por que había regresado a la oficina donde 3 semanas atrás había dejado “botado” un proyecto que habían confiado para dejar en mis manos. Todo fue por el simple hecho de ir tras mi sueño. Nunca respondí al celular, siempre fui terco a los comentarios de mis padres, alegaban que les parecía el colmo de que fuera tan irresponsable de dejar prácticamente tirada la oportunidad de mi vida que me habían dado con tan solo 17 años. Y estando en el colegio!!

Pero lo que para los demás era la oportunidad de la vida, para mi no era mas que un empleo. No quiero decir que emplearse sea malo, pero si opino que debería ser tan solo una etapa de nuestras vidas, no una finalidad.

Al principio de esta etapa, para mi fue algo mágico, y creo que lo seria también para cualquier persona creativa que mientras se encuentra sentado inerte sobre un pupitre recibiendo clases, siente que el verdadero mundo sucede fuera de los salones y que la adrenalina más pura no se encuentra frente a un tablero de colegio. Por lo menos no en los que estuve.

Recuerdo que en esta época estudiaba en un colegio a pocas cuadras de la zona rosa de la ciudad y mientras en los viernes, el éxtasis de mis amigos estaba en definir desde los descansos el plan para embriagarse al salir, el mío estaba en ir a una de las compañías de mi tío para sentarme junto a ingenieros, vendedores y creativos. Eso era un deleite, sentía como si tuvieran el mundo en sus manos; creaban, hacían y deshacían. Y mis amigos de colegio creo que también, pero luego de unas cuentas cervezas.

Aquel mes de noviembre en esa oficina de cristal fue la ultima vez que vi a Yan, una persona a la que aprecie bastante, una persona que el primer día fue un conocido, luego un compañero de oficina, luego un amigo y finalmente un cómplice de KINGO.

Pero la historia no comienza aquí, realmente hay que retroceder un año y unos meses más, a mis 16 años de edad cuándo me encontraba despachando el pedido #712 de mi primer empresa, una importara de artículos electrónicos llamada OrangeTrades. En esa semana celebrábamos la Semana Santa en Colombia y sentado con mi primo imprimiéndole algunos documentos para el, llegamos al tema sobre como conseguir nuevos clientes para OrangeTrades. En esa época tenia la primera empresa en importar cualquier clase de electrónicos desde USA pagando en moneda local. Un servicio fantástico, pero en su época, un servicio contratado en mayor parte por pequeñas empresas.

Recuerdo como conversando sobre ideas para difundir el servicio por las universidades de la ciudad,

Continuara en la Parte 2...

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